Pedregullo y cagafierro

Leyendo la traducción de Ulises del argentino José Salas Subirats–que ya se sabe que hasta 1976, fue la única disponible en español, cuando aparece la de José María Valverde–, me encuentro en el capítulo 2 con la descripción del patio de juegos de la escuela de Dublín, en la que se desempeña Stephen Dedalus como profesor de historia.

Y así habla –más Salas Subirats que Joyce– del pedregullo de ese patio.

Del pedregullo como pavimento superficial de piedra suelta.

Que lo diferencia, bien a las claras, de los pavimentos conocidos como terrizos.

Incluso, cuando esos terrizos son polvorientos por la falta de riego, reciben el nombre de potreros en Argentina.

Una acepción la del pavimento de pedregullo que, por un momento, es más frecuente en Argentina que en Irlanda.

Y de aquí tal vez su aparición insólita.

Argentina, lugar en que la editorial Santiago Rueda, convocó el concurso para traducir el Ulises en el año de 1945.

Concurso que fue ganado por el repetido Salas, quien había traducido sólo por placer el intrincado libro del irlandés, donde puso y dispuso el pedregullo en el patio.

Y todo ello, ocurre veintitrés años más tarde de su aparición en Paris, por cuenta de Sylvia Beach de Shakespeare and Company, en 1922.

Al encontrar el pedregullo del suelo, automáticamente trasladé esa definición al término utilizado por Patrick Modiano en alguno de sus trabajos rememorativos de su infancia perdida.

Que retoman patios escolares de su infancia turbia, cubiertos igualmente por superficies de piedras sueltas.

Incluso recuerdo haber utilizado la descripción de Modiano en alguna de las entregas de la Geografía Personal.

Sin recordar, en el momento en que leo el pedregullo en Ulises, a cuál de las tres entregas pertenece la cita de Modiano.

Pienso que es más rápido chequear el texto original en formato Word, que devanar la búsqueda en cualquiera de los tres tomos aparecidos entre 2012 y 2016.

Al proponer la búsqueda de la voz pedregullo, no obtengo resultado alguno en ninguno de los textos disponibles.

Por lo que comienzo a dudar de la veracidad de mi recuerdo y de la viabilidad del pedregullo recordado.

Por lo que el motor de búsqueda lo cambio, justamente, al nombre Modiano.

Y aquí encuentro lo buscado.

En el Grado Medio de 2013.

Y en el apartado Infancia, vejez.

Particularmente en la páginas 164 y 165.

Y así puedo leer:

“Los patios escolares que retoma Patrick Modiano en algunos de sus trabajos, como ‘Reducción de condena’, estaban tapizados de ‘cagafierro’. Que era la escoria del mineral de hierro, procedente de su fundición. Nosotros al ‘cagafierro’ modianesco, lo llamábamos ‘moco de herrero’; utilizable en los Nacimientos como ornamentación de las falsas montañas belenistas”.

“Entre ambas denominaciones de ‘cagafierro’ y de ‘moco de herrero’, late un fondo excrementicio compartido de viejas letrinas y un fondo visible de color grisáceo. Ese color grisáceo era el de las fotografías usuales de aquellos momentos fríos, desvaídos y aterrados. El color fotográfico vino más tarde de la mano del ‘Kodachrome’ y suponía una suerte de celebración festiva y recreativa, como ocurría con el arroz con pollo en la mesa de los domingos”.

El descubrimiento es, pues, revelador.

No hubo en el recuerdo pedregullo, sino cagafierro.

Acepciones que escapan de los diccionarios habituales como el María Moliner.

En el DRAE por pedregullo se entiende la voz  ripio, y se avanza en el sentido de fragmentos de piedras.

Fragmentos que proceden del machaqueo de rocas diversas” y que en los libros de construcción se ubican en el apartado de Áridos.

Entendidos –dice Antonio Camuñas, en su texto Materiales de Construcción– como macrofragmentos rocosos que proceden de la desintegración de las piedras naturales”.

Más aún, según su tamaño los denomina en riscos, pedrizas, atarfes, graveras y areneros.

La posterior clasificación por tamaños que hace Camuñas introduce una nueva galería de nombres: Gravón o morro, grava gruesa, grava media, gravilla, almendrilla, garbancillo y piñoncillo.

Nada de pedregullo.

El diccionario de Seco Serrano, recoge la voz pedregullo –con cita literaria de Fernando quiñones– como “pavimento de grava o gravilla”.

En las cercanías de la voz sólo encontramos en el Moliner, referencias a pedregal, pedregoso y pedrejón como piedra grande.

El vínculo del cagafierro con el moco de herrero, nos lleva al territorio de las escorias.

Toda vez que el Moco de herrero, también llamado Moco de fragua, es propiamente una “Escoria de las fraguas, formada principalmente por una mezcla de restos de hierro y el carbón utilizado para calentarlo”.

Por lo que la diferencia entre uno y otro, entre pedregullo y cagafierro es el carácter primario de uno y el residual de otro.

Otra acepción parecida a pedregullo es la referida a Pedregulho, localidad próxima a Rio de Janeiro y celebrada por una pieza construida por Affonso Eduardo Reidy y su mujer Carmen Portinho, entre 1946 y 1951.

Pedregulho es conocida como una de las obras más importantes de la arquitectura moderna brasileña, combinando, preocupación social y espectáculo formal. 

Su historia es complicada: muy criticada durante su construcción, ampliamente elogiada por los arquitectos, abandonada por el gobierno y apropiada por sus residentes, fue adoptada como parte del patrimonio cultural de Brasil y finalmente restaurada. 

Ha sido testigo de la vitalidad urbana de Río de Janeiro, sus contradicciones y sus transformaciones. 

Pedregulho se destaca en el paisaje no solo por su sitio privilegiado en la ciudad – una elevación con una vista asombrosa a la Zona Norte, los muelles y las colinas Macizo da Tijuca – sino también por su singular arquitectura–. Su barrio, São Cristóvão, fue residencia de la familia imperial brasileña en el siglo XIX y una de las primeras áreas en ser ocupadas en la Zona Norte. 

José Rivero
Divagario

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