La extinta judería de Ciudad Real (8)

No cabe duda de que los precedentes que acontecieron en los reinados de Enrique II y Juan I respecto a las relaciones hostiles entre Villa Real y la Orden de Calatrava, tuvieron consecuencias muy negativas sobre la Aljama que agudizarían su propia decadencia, más aún con los acontecimientos que se perpetraron a comienzos de la década de los 90 del siglo XIV en aquel vasto territorio. Hablamos por ello del fatídico año de Nuestro Señor de mil trescientos noventa y uno para más señas y cómo la palabra “trauma” se instaló para siempre en la vida de los judíos que en los territorios peninsulares residían.

Pareciera pues que como si aquella década que zanjara el siglo XIV, bajo el reinado de Enrique III, fuera un fin de un ciclo que diera al traste con la coexistencia de los judíos en el territorio peninsular.

Aquel año de 1391 confirmaría el peor de los presagios pues se desatarían todos los males sobre ellos. ¿Por qué y dónde aconteció todo ello? ¿Qué ocurrió por entonces en Villa Real (o Villarreal, según las fuentes que se consulten)? De ello nos ocupamos en los siguientes párrafos.

Algunos expertos en la materia entre los que hay historiadores, hebraístas y especialistas en la historia de la ciudad, vienen a concluir que son escasas las fuentes de información a las que recurrir para llegar a conocer los sucesos acaecidos en aquel luctuoso año.

Sin embargo, baste señalar, apoyándonos en la documentación existente, que las consecuencias no fueron nada halagüeñas para la comunidad judía en el caso de la Villarreal-Ciudad Real de entonces, y según refiere el presbítero Luis Delgado Merchán, cabría señalar que la propagación que las soflamas del arcediano de Écija Ferrán Martínez sobre los estratos más bajos de la población, aquellos que tenían un mayor resentimiento hacia el elemento judaico, se extendieron desde Sevilla a Córdoba, pasando posteriormente por Jaén, atravesando el Puerto del Muradal, hasta alcanzar la localidad de la que les hablo. Después se extendería mucho más, pero esta cuestión excede el ámbito de nuestra historia. Don Luis citará en una de sus obras como aconteció tal propagación de esta guisa:

“El huracán pasaba, dice el conspícuo historiador de los judíos españoles, las gargantas del Muradal, y descargaba con no menor furia en Villa-Real, (hoy Ciudad Real), Huete y Cuenca…” [1]

A pesar de este dato referido a la comunidad hebrea existente en Villa Real, cabe decir que poco más se puede señalar respecto a los hechos con más detalle, aunque sí hablemos de sus consecuencias. Sin embargo, antes de ello habría que señalar la importancia que tenía esta comunidad para que fuese un foco de atención más respecto al pogrom antijudaico iniciado en Sevilla. Sólo indicar un dato al respecto tal y como nos indica Haim Beinart: “…un siglo antes de los motines de 1391 aproximadamente, la comunidad de Villarreal era ligeramente más poderosa que la de Talavera de la Reina, cerca de Toledo, pero algo menos que la de Palencia”. [2]

MONSALVO ANTÓN, José María (2010) – 3

Esta reflexión venía a fundamentarse en los impuestos que los judíos debían tributar anualmente. En el caso de Villarreal y respecto al año 1290, su montante ascendería a unos 26.486 maravedíes, siendo de 24.771 en el caso de Talavera de la Reina y de 33.280 maravedíes en lo relativo a Palencia.

Al potencial económico que representaba la comunidad judía de Villa Real habría que añadir sin duda la extensión de su propia judería, referida en artículos precedentes, cuyos límites más contrastados documentalmente se hallaban en las calles que surgían desde las puertas de Calatrava y de la Mata y desde la calle llamada antiguamente Leganitos (hoy en día de la Paloma) hasta la línea de muralla.

Todo aquel espacio conocido como judería se vería asaltado en 1391 y, como indicaba el Canciller Pero López de Ayala:

“Perdiéronse por este levantamiento en este tiempo las aljamas de los judíos de Sevilla, e Córdoba, e Burgos, e Toledo, e Logroño e otras muchas del regno; e en Aragón, las de Barcelona e Valencia, e otras muchas; e los que escaparon quedaron muy pobres, dando muy grandes dádivas a los señores por ser guardados de tan grand tribulación”. [3]

Junto a la judería, la aljama de Ciudad Real sufriría las consecuencias de aquel terrible pogrom, aunque pareciera que sólo fueran algunos cuantos muertos o cientos de conversos. Sin embargo, los elementos representativos de la misma también se verían afectados en grado sumo.

Cabe enumerar al respecto los siguientes datos:

  1. En 1391 el mercado cerrado conocido como alcaicería sería destruido y quedaría reducido a su mínima expresión tras ser incendiado en 1396.
  2. Ese mismo año la calle central de la judería, del mismo nombre, pasaría a denominarse como Real de Barrionuevo y posteriormente de la Inquisición casi por aclamación popular. Tras haberse denominado durante mucho tiempo como de Libertad y más tarde como del Comandante López Guerrero, recuperó en las últimas décadas la denominación precedente.
  3. En 1393 el rey Enrique III donaría a su maestresala Gonzalo de Soto la sinagoga, junto con el cementerio judío. La sinagoga recaería posteriormente en el tesorero del rey Juan Rodríguez, vecino de Villa Real, en 1396. Este último, no viendo la posesión muy atractiva para sus intereses a pesar de los 10.000 maravedíes invertidos, donaría a los frailes de Santo Domingo la misma en enero de 1399 con el fin de que llevasen a cabo la iglesia de San Juan Bautista, a lo que añadiría algunas casas para favorecer el asentamiento de la citada orden en la población. El concejo, años más tarde, añadiría algunas donaciones más al respecto.
  4. Estos obsequios no fueron un plato muy agradable para la Orden de Calatrava, que había mostrado ciertos intereses en la villa, principalmente en su judería. Los motivos del encono parecían ser desconocidos, aunque el pleito entre la villa y la Orden fue mediado por el obispo Zamora y el doctor Vicente Arias, oidor de su real consejo, nombrados ambos jueces por el rey Enrique III en octubre de 1397. Según refiere Delgado Merchán, “que sus gestiones no fueron de decisivos resultados lo demuestra el que todavía en 1424 se pactó una concordia entre Ciudad Real y la Orden, cuyo traslado figura en el inventario de Escrituras del archivo municipal…” [4]
  5. Por último, y retrotrayéndonos a la desaparición de la alcaicería inicialmente citada, cabe decir que en 1391 o años después había desaparecido la sede del concejo municipal situada en la calle Correhería, lo que motivaría su traslado temporal, pues “carecía desde 1396, en que la destinada a este servicio (Casa Consistorial) fue devorada por las llamas, teniendo que celebrar sus sesiones concejiles en el trascoro de la iglesia de San Pedro”. [5] Casi noventa años después de lo aquí referido, los Reyes Católicos otorgarían una merced donando la casa y tienda confiscadas al judaizante Alvar Díaz para tratar los asuntos del común. Fue firmada en Sevilla el 18 de noviembre de 1484. [6]

Respecto a la judería en sí, tras lo sucedido en 1391 y años posteriores, esgrimiendo lo señalado por Haim Beinart [7], cabe concluir que, aunque la judería fue desmantelada jurídicamente, el espacio físico pareció ser reconocida como zona de referencia de los conversos locales, aunque algunos de ellos cambiasen de residencia por motivos obvios. Así se muestran en los procesos inquisitoriales que este último autor tan bien conoce.

Finalmente, si todos los miembros de la comunidad judía de Ciudad Real llegaron a desaparecer a partir de 1391, no se conoce con seguridad, ni tan siquiera quienes aceptarían el bautismo o se adherirían a la ola de conversiones posteriores desde la Disputa de Tortosa. Cabe conjeturar que algunos de ellos se marchasen a poblaciones donde las comunidades judías habían logrado sobrevivir y, con casi total seguridad, se puede afirmar que, desde la visita de Vicente Ferrer en 1412, los judíos dejaron de existir en Villa Real, la hoy conocida como Ciudad Real.

MANUEL CABEZAS VELASCO

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[1] La “Historia de la vida y hechos del Rey Enrique III de Castilla ínclito en religión y justicia” escrita por el maestre Gil González Dávila aparece citada en DELGADO MERCHÁN, Luis: Historia documentada de Ciudad Real. Pp. 134 y 135.

[2] BEINART, Haim: Los conversos ante el Tribunal de la Inquisición. RIOPIEDRAS Ediciones, Barcelona, 1983, pg. 62.

[3] El texto de las Crónicas del Canciller Pero López de AyalA aparece citado por CORRAL SÁNCHEZ, Nuria: “EL POGROMO DE 1391 EN LAS CRÓNICAS DE PERO LÓPEZ DE AYALA”, Ab Initio, Núm. 10 (2014), p. 70.

[4] DELGADO MERCHÁN, Luis: Op. cit., pp. 153-154

[5] DELGADO MERCHÁN, Luis: Ibídem cit., pp.

[6] DELGADO MERCHÁN, Luis: Ibíd. cit., Apéndice documental. Pp. 458-459.

[7] BEINART, Haim: Op. cit., pg. 64.

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