Reflexión frente al ocaso

Manuel Valero.- Si aborrezco de la jerga woke que llama a ir vestido como de estar en casa o en el campo, look casual, es que uno se hace viejo. Mayor, para ser más preciso aunque intelectualmente sin ser un lumbreras uno siente que los años son la mejor vitamina. Escribo esto porque anoté una añada más el último día de 2023 y me he detenido a observar el mundo que te circunda. No me refiero a los acontecimientos globales que están fuera de tu control por tu insignificancia, sino a la vida fungible, a la diaria, a ese modo de estar en sociedad o en la calle, a los modos y las modas, a la jerga. Y es ahí donde uno siente pisar terreno inapropiado. Es decir, viejo. Mayor para ser más justos.

Si uno mira el escaparate de una librería y observa la cantidad de títulos de autores ignotos y recuerda lo que alguien escribió en algún lugar sobre actualmente hay más escritores que lectores, es que uno se hace mayor. Entonces en las librerías veías obras firmadas por los grandes incluso cuando ya el betsellerismo había enseñado sus fauces y amenazado con zamparse la Literatura con L mayúscula en favor de un menudillo de obras cuya temática varía según la moda con el apoyo de los monopolios editoriales, cierto conchaveo y dudosa calidad. ¡Si hasta uno puede ver su propio nombre en el escaparate de la librería de tu ciudad!

Si uno escucha lo que dice Yolanda Díaz, su tono, su forma de vestir, su proactivismo peluquero y piensa que la izquierda está a un punto de rodar por la pendiente de un infantilismo incurable es que se hace viejuno, mayormente.

Si uno está a punto del vómito cuando contempla los debates políticos en la televisión (la telebasura la eludo, es veneno puro) convertidos en algarabía de trinchera, en un guirigay que es lo más parecido a una mesa chismosa telecinquera , es que se hace mayor… viejunamente. Nada que ver con los debates de La Clave de Balbín o los variados programas que presentaba Sanchez Dragó. Entonces, es que se te pone cara de esqueleto cuaternario. De museo.

Si uno escucha la música hoy y no la encuentra porque no la hay, musica de hoy para el hoy inmediato, me refiero, es que uno tiene más telarañas que el piso de un cantautor. No se te ocurra comparar a Rosalía (bella voz pero puesta en escena plastificada e imitativa) con Lole y Manuel porque has firmado tu plaza en el cementerio de los elefantes.

Cuando ves a pandillas de quinceañeros todos con el pescuezo inclinado hacia una pantallita que llevan en la mano y te dices: madre mía…¡dónde vamos a llegar!, es que estás para el arrastre y eres más antiguo que los de Locomía.

No es tu propia destemporización lo que te provoca esa extraña sensación de ser un desubicado biológico, porque al fin y al cabo los años vividos fueron densos, intensos, propensos y con mucho consenso, sino el hecho de sentir la poca validez de lo que hoy se respira por todos lados. Es como líquido que fluye adormecido, sin dejar huella.

Y sí, lo firmo, lo compro y reafirmo.  la generación setentera que llegó a los ochenta en plena juventud, atravesó los 90 madurando tacita a tacita, siendo coetáneo con modos y modas, dejó atrás el segundo milenio DC y alcanzó un par de décadas tercermilenarias con cierto bagaje, es muy exigente. Mi madre me decía de los Beatles que eran unos melenudos que cantaban chau-chau. Y uno puede hablar con su hijo de Metálica, por ejemplo, con menor conocimiento que él, no sé si me entienden, pero habla.

Así que si uno prefiere utilizar un argot más terroso, leer a los clásicos de toda la vida o lo verdaderamente interesante que surja en este planeta, la vieja dialéctica de la izquierda transicionaria, (en realidad la dialéctica de la neoizquierda chachi es más antigua que quien la inventó) los debates de nivel entre gente preparada y tolerante al alboroto , digo , si uno prefiere oír eso de

Y tu mirá, se me clava en lo oho como una espá

a

Okay motomami pasa mi tatami, hit a lo tsunami, fina un origami

Si uno añora la escritura de una carta en papel, el protocolo de su envío y la espera de una respuesta al chateo abreviado de las redes es que se hace muy, muy viejo o muy, muy mayor.

Claro que hemos avanzado. En todos menos en la contención de la estupidez. Los hay más que ventanas. Encendidas o apagadas.  No cambio cosas de mi tiempo por otras de este nuevecito y flamante. Por una razón tan simple como la simpleza: éstas son peores.

PD.- La vejez y el paso del tiempo enseñan todas las cosas. (Sófocles)

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