Crónica de la ruta senderista entre La Sierrezuela (Villafranca de Córdoba) y Adamuz

Texto: Manuel Mohedano Herrero / Fotos: Vicente Luchena Rodríguez. Ecologistas en Acción-Valle de Alcudia.- Con la segunda ruta de este año hemos querido aunar el interés paisajístico de la zona conocida como la Sierrezuela, con el interés etnográfico y el gastronómico, en unos parajes próximos a nuestro entorno, pero muy diferentes en los aspectos citados. Recibe el nombre de la Sierrezuela un conjunto de cerros no muy elevados, que suponen la transición entre la campiña cordobesa del Guadalquivir y las alturas más contundentes de Sierra Morena.
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En estos cerros se ha desarrollado de tal manera el cultivo del olivar, que ha influido notablemente en el modo de vida, costumbres, trabajos y gastronomía de los habitantes de la comarca. Para conocer mejor estos lugares, hemos contado con un guía de la zona (en realidad dos, pues en el recorrido por Adamuz, nos ha acompañado un buen conocedor de la localidad).

Comenzamos la ruta en los alrededores del pueblo de Villafranca de Córdoba, en una zona con abundantes pinos y eucaliptos de repoblación y enseguida llegamos a un mirador que proporciona inmejorables vistas de la localidad de Villafranca y de toda la campiña cordobesa, de la que se alcanza a divisar la ciudad de Córdoba; a espaldas de la campiña, la visión de las alturas de Sierra Morena nos permiten apreciar los lugares por los que ha de discurrir nuestra ruta. Este mirador es también un observatorio de aves migratorias que, tras criar en los países del norte de Europa emigran al sur de España y a África para pasar el invierno, tras el cual vuelven a sus lugares de cría: cigüeñas, milanos, aguiluchos y grullas son las más comunes de las que transitan por esta zona para atravesar Sierra Morena, y que en varios momentos vemos planear en grandes bandadas sobre nuestras cabezas.

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El resto del recorrido por estos cerros nos acerca a restos de trincheras y fortificaciones de la guerra civil española, que todavía se mantienen en pie, como testigos de las atrocidades de tiempos no tan lejanos. Junto a una de estas fortificaciones, hacemos un pequeño descanso para tomar un ligero tentempié.

Un gran tramo de la ruta transcurre próximo al trazado del AVE Madrid-Sevilla, que por aquí coincide con el Camino real de la plata, que unía Toledo con Córdoba, y con el sendero de gran recorrido GR-48, que cruza Sierra Morena desde Jaén hasta Huelva. Los eucaliptos y pinos desaparecen y nos encontramos con encinas y, más adelante, los olivares. Junto al camino aparecen hitos de la Ruta del Agua, como la Fuente de Valdeja, manantial que surge del tronco hueco de una higuera de grandes proporciones, rodeada de varias higueras de buen tamaño y que servía de abrevadero al ganado que circulaba por el Camino real. Un poco más adelante, y ya muy próximo a Adamuz, la presa y molino del Gollizno que, a pesar de la escasez de lluvias, mantiene una cascada de refrescante agua y un espacio realmente acogedor que invita a un relajante descanso; pero la cercanía del pueblo y del almuerzo nos empujan a terminar la ruta, adentrándonos en las primeras casas de la localidad hasta el restaurante en el que, una vez sentados a la mesa, disfrutamos de una de las delicias gastronómicas locales: el salmorejo adamuceño, un guiso contundente compuesto de bacalao, harina, ajo, cebolla, aceite (de oliva virgen extra y de Adamuz), vinagre (o vinagreras) y espárragos y que, a pesar de su nombre, no tiene parecido con el salmorejo cordobés, que aquí llaman coña, no sé si de coña (¿me entienden?).
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Terminada la comida, nuestro guía nos invita a levantarnos para no caer en el sopor propio de la hora de la siesta (aunque estamos en invierno, la comida incita a ello) y para conocer la vida y costumbres locales: la primera visita es Centro de Interpretación del Olivar de Sierra, museo levantado en una antigua almazara y fábrica de ladrillos y de jabón, que dedica sus dependencias a la historia del cultivo y extracción del aceite de oliva. Se insiste en hablar del olivar de sierra, con características propias que lo diferencia del olivar de la campiña. Terminada la visita, nos adentramos por la calles del pueblo, que está celebrando la Fiesta de la Botijuela, que supone el cierre de la campaña de recolección de la aceituna y del comienzo de la elaboración de su extraordinario aceite.

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El ambiente se concentra en una amplia caseta con multitud de pequeños puestos en su interior y las inevitables sevillanas sonando reiteradamente, más algunas terrazas en calles adyacentes. A partir de este lugar, nos servirá de guía un gran conocedor de la historia local, que nos acompañará a visitar el exterior de la iglesia de San Andrés, de estilo gótico similar a otras iglesias cordobesas, con reminiscencias templarias; diversas fachadas de casas señoriales, como la de los Lara Ayllón, donde al parecer se alojó el rey Felipe IV; la torre del reloj, mandada construir por el marqués del Carpio, primer propietario de la villa (se la vendió Felipe II) y lugar de encuentros, mercados y ferias. Con este agradable paseo por Adamuz y las no menos agradables enseñanzas de este erudito local, pusimos fin a la jornada de senderismo.

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