De cómo el Erasmus nació al sur de los Pirineos: José Castillejo

Manuel Cabezas Velasco.- Las generaciones actuales gozan de los privilegios de poder realizar estudios universitarios más allá de nuestras fronteras patrias, acogiéndose a las conocidas Becas Erasmus que el desaparecido Manuel Marín tanto apoyó.

Sin embargo, existe un precedente mucho más lejano en el tiempo que surgió de la mano de un ciudadrealeño con orígenes extremeños y manchegos que había compartido parte de su existencia en las tierras que le vieron nacer.

Con aquella persona tenemos hoy el gusto de departir de su azarosa vida.

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M. C. V.: Buenos días caballero. Es nuestra costumbre invitar al propio contertulio a que se presente. ¿Tendría la bondad de hacerlo y, de paso, referirnos algunos aspectos de sus orígenes?

J. C. D.: Con mucho gusto, Sr. Cabezas. Me llamo José Castillejo y Duarte. Nací un 30 de octubre de 1877 en Ciudad Real. Mi familia tenía diversa procedencia: de un lado se encontraba mi padre, Daniel Castillejo y Masas, extremeño –de Cabeza del Buey, Badajoz– cuya profesión era la de abogado; y de otro, mi querida madre, Mariana Duarte y Pérez de Madrid, nacida en Alcolea de Calatrava, Ciudad Real.

Tuve tres hermanas –Pilar, Concha y Mariana–, siendo mi responsabilidad como hermano mayor cuando mis padres ya faltasen velar por ellas, al igual que ocurriría con mis tías Rita –mi cuidadora desde casi que era un bebé–, Aurora y Rosalía, que más tarde vivirían con toda la familia. [1]

Mi situación familiar era más bien acomodada –en Alcolea de Calatrava y otros lugares, la familia poseía algunas tierras y olivares– dada la época en la que vine al mundo, pues antes de nacer yo mi padre había puesto su propio bufete en Ciudad Real, ciudad donde residiríamos en las calles Calatrava y Paloma, y en 1896 y 1897 llegó incluso a presidir la Diputación Provincial. Su ejemplo influiría en mi posterior orientación profesional.

M. C. V.: Su situación de privilegio era clara, dadas las condiciones en que la población de las tierras donde nació y procedía vivía en aquellos momentos. El analfabetismo era uno de sus rasgos más característicos. De ello sin duda alguna estuvo usted vacunado, pero ¿qué me podría decir de sus estudios? [2]

J. C. D.: Siendo hijo de un abogado, llegué a cubrir las diversas etapas educativas sin ningún obstáculo en el tema económico y otras adversidades. En la mismísima Ciudad Real obtendría el grado de Bachiller con notas excelentes en el Instituto. Era 1893.

A pesar de mi facilidad en los estudios, para evitar distracciones y que estuviese más centrado, los años siguientes mis padres me enviarían al Colegio «María Cristina» que dirigían los frailes agustinos en el Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, cursando por entonces las materias de Humanidades y Derecho como alumno libre. Posteriormente seguiría estudiando en Madrid, obteniendo la Licenciatura en Filosofía y Letras (1900), nuevamente con la calificación de sobresaliente, para más adelante obtener incluso el doctorado.

A ello se sumaría que en las Universidades de Valladolid, Zaragoza y Madrid, continuaría mi formación académica, logrando la Licenciatura en Derecho (1898) en la Universidad Central de Madrid.

M. C. V.: Provechosa formación la suya en el ámbito de las letras y de las ciencias sociales. Estando familiarizado con el ámbito académico, ¿qué me puede decir de su vida universitaria y de los contactos de aquella etapa previa a sus comienzos en el mundo laboral? ¿Y de la situación que caracterizaba a la educación en nuestra provincia?

J. C. D.: Mis pasos me encaminarían al mundo de la docencia y del Derecho, aunque mi etapa formativa aún no había terminado. Todo ello me acontecería en Madrid, cuando estudiaba Derecho. Allí frecuenté el Círculo de San Luis y la Real Academia de Jurisprudencia, recibí clases en el Ateneo, además de estudiar Filosofía y Letras.

Noviembre de 1900 [3] fue una fecha clave en mi experiencia vital. De la mano de Mariano Gómez Bravo pude conocer a Francisco Giner de los Ríos, a cuya clase del doctorado en Derecho había comenzado a asistir. El efecto fascinador de tan magna figura fue inmediato, por su amena conversación y su vastísima cultura. Mi vida y mi ejercicio profesional desde entonces se orientarían a las ideas y los proyectos de la Institución Libre de Enseñanza (ILE, en adelante) y las puertas de Europa se abrieron para mí: Alemania, Inglaterra, Francia e Italia.

En 1902 obtendría el grado de doctor en Derecho en la Universidad Central de Madrid tras presentar mi memoria doctoral “La educación en Inglaterra” y más tarde la tesis doctoral “Consideraciones de la codificación del derecho civil en Alemania”. Ejerciendo mi cátedra en Oviedo y con la inestimable ayuda de Francisco Giner, me concedieron una pensión del Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes para irme en Alemania durante un año desde abril de 1903. Ampliaría mis estudios tanto en Berlín como en Halle de la mano, entre otros, del profesor Stammler, relativos a “Instituciones de Derecho Civil”. Frutos de aquella estancia serían un par de trabajos al respecto [4]. Después vino Inglaterra, ya sin ninguna pensión, residiendo en septiembre y octubre de 1904 con el fin de observar los centros educativos de aquel país. Profunda huella la que me dejó el sistema educativo inglés.

En cuanto a nuestra provincia, incluso nuestro propio país, las nuevas ideas procedentes del exterior ponían el dedo en la llaga respecto a la limpieza de las aulas y la higiene de los alumnos, la importancia de la luz en el aula o el interés por un horario matutino. Para todo ello, sin embargo, se debía contrarrestar la propia indiferencia que los padres tenían hacia la escolarización de sus hijos. En los tiempos del caciquismo en las escuelas se hacía necesaria la solicitud de subvenciones para obras o construcción de viviendas para maestros, siendo estos gastos difícilmente soportados por las corporaciones, por lo que se solían realizar peticiones a la propia Diputación Provincial. Ejemplos de aquellas ayudas a finales del siglo XIX fueron las poblaciones de Aldea del Rey, Almodóvar del Campo o Argamasilla de Calatrava, por citar algunas.

M. C. V.: Tras dar su vida un vuelco al entrar en contacto con la ILE y acceder al mercado laboral en su vertiente educativa, sin eludir su constante formación y antes de adentrarnos en su intensa etapa en el Ministerio, ¿qué me diría de sus años de oposiciones y vida académica?

J. C. D.: Tras obtener mi Doctorado, firmaría oposiciones de diversas cátedras [5] del territorio español: Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de las Universidades de Valladolid y Santiago (desde julio de 1903), Facultad de Derecho de la Universidad de Salamanca (desde julio de 1904), siendo nombrado auxiliar de la Facultad de Derecho de la Universidad de Zaragoza a finales de aquel año, para tomar posesión de la plaza a comienzos del siguiente. Corta instancia pues en marzo fui nombrado Catedrático de Derecho Romano de la Universidad de Sevilla. ¡Cuánto he de agradecer los ánimos de Francisco Giner para que aspirase a una cátedra! Sin embargo, el gusanillo del círculo madrileño que giraba en torno a la ILE me haría regresar, además a empresas de mayor responsabilidad. Entretanto, tuve una corta estancia en Alemania.

M. C. V.: Su capacidad de trabajo en los diversos frentes en los que se implicó parecía ir in crescendo. Así llegamos a 1906 y su incorporación al Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes. ¿Qué me puede decir de aquel período?

J. C. D.: Mi traslado a Madrid tras mi periplo en las distintas cátedras, fue por ser nombrado agregado [6] al Servicio de Información Técnica y de Relaciones con el Extranjero perteneciente al citado Ministerio, gracias a la intercesión de Francisco Giner de los Ríos, amigo personal de Segismundo Moret. Era el paso previo a crearse la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (JAE, en adelante) (1907).

Como agregado pude ofrecer cierta ayuda dado el ridículo porcentaje de pensionados españoles en el extranjero que entonces ocupaba uno de los últimos lugares en el ranking de estudiantes foráneos matriculados en universidades europeas.

Las circunstancias llevarían a crear la JAE. Los diversos gobiernos liberales incitarían para que en los círculos ministeriales se discutiera cómo propiciar un salto cualitativo en el sistema científico español, apoyándose en un abanderado de renombre internacional: Ramón y Cajal.

El gabinete de Moret trató de atraerse a Cajal, que mostró sus escrúpulos. Sin embargo, expondría un detallado plan con una serie de medidas concretas para que la universidad española se pusiese al día respecto a su sempiterno letargo.

Posteriormente, Giner elevaría a Moret un memorándum para preparar una nueva élite dirigente y resolver los apremiantes problemas educativos. De la mano de Moret, se trató de establecer un acuerdo entre responsables políticos liberales y científicos e intelectuales –Cajal, Cossío, Giner, entre otros–, a pesar de lo efímero de su gabinete. Este sería el clima idóneo para que se crease la JAE que tendría por Presidente al flamante Premio Nobel.

Ejercí como secretario de la misma y el día de la sesión constitutiva –15 de enero de 1907– reflejaría en el acta a la pléyade de asistentes a la misma: Ramón y Cajal, Sorolla, Santa María de Paredes, San Martín, Calleja, Vincenti, Simarro, Bolívar, Menéndez Pidal, Casares, Álvarez Buylla, Rodríguez Carracido, Ribera, Torres Quevedo, Fernández Ascarza y un servidor.

M. C. V.: Frenética actividad la suya con motivo de la creación de la JAE, pero ¿me podría seguir hablando de su vida académica?

J. C. D.: Continuaba mi periplo como docente y tras abandonar la Universidad de Sevilla, ocuparía la cátedra en la de Valladolid hasta octubre de 1920, siendo a partir de entonces Catedrático de Derecho Romano de la Universidad Central de Madrid hasta el inicio de 1936.

También ejercería varias cátedras en la Universidad Central de Madrid, siendo las de “Historia General del Derecho Español” (agosto de 1909) y de “Política Social y Legislación comparada del Trabajo” y “Derecho civil español común y foral” (junio de 1916) en la Facultad de Derecho, y la de “Sociología” (abril de 1915) en la Facultad de Filosofía. Mi tesis doctoral la vería publicada ese año.

M. C. V.: Sin embargo, más allá de sus responsabilidades en la JAE, su implicación estrecha con la ILE le llevaría a otros objetivos. ¿Qué nos podría contar al respecto?

J. C. D.: Fue una etapa frenética desde mi incorporación al Ministerio y mi estrecha vinculación con la ILE. Apoyándome en la propia JAE para intentar reformar y modernizar la ciencia, la educación y la cultura en nuestro país, se concederían más de mil quinientas pensiones en el extranjero, se crearían diversos organismos de investigación –el Centro de Estudios Históricos y el Instituto Nacional de Ciencias Físico-Naturales (más adelante denominado Instituto Nacional de Ciencias) en 1910– y también instituciones educativas como la Residencia de Estudiantes ese mismo año –y su versión femenina de la Residencia de Señoritas– o el Instituto-Escuela en 1918.

M. C. V.: Tal capacidad de trabajo le condujo a estar implicado estrechamente con diversas instituciones y proyectos que llevasen a la mejora del atraso en que el ámbito educativo estaba sumido en nuestro país. Sin embargo, no todo en su vida fue trabajo, sino pudo formar una familia, mucho más allá de las fronteras patrias. ¡Hábleme de todo aquello!

J. C. D.: Usted está refiriéndose sin duda a mi cultivada esposa, Irene Claremont, que, aunque había acogido en 1910 a la hija de Cossío en Londres, la conocí allá por 1917 en uno de mis viajes a Inglaterra. [7]

Se debía organizar el departamento de español en la Universidad de Leeds cuando me percaté de su presencia. Ella, perteneciente a la mejor estirpe whig, me consideraría como un hombre «más bien alto, menudo pero de hombros anchos, casi pechugón […], con una «calva-cúpula, flanqueada por corto pelo negro, (donde) resaltaban castaños y dulces, los ojos más bondadosos que he visto en mi vida» [8]. Ella era mucho más joven que yo -¡casi dos décadas!-, su cultivada formación venía atesorada por la mismísima Universidad de Cambridge, en Economía e Historia. Sería mi complemento perfecto para una vida tan implicada en el terreno profesional, aunque también lo fue en lo personal al ser padres de cuatro hijos: Jacinta, Leonardo, David y Sorrel. [9].

Además, tras nuestro casamiento en 1922, logramos establecernos en El Olivar de Chamartín para fundar tan dichosa familia, pudiendo continuar con mi labor como Secretario de la JAE y siendo Director del Instituto-Escuela.

M. C. V.: Sin duda alguna, el ejercicio de su profesión le llevaría a ocupar diversos cargos, aunque también cabría reseñar la importante contribución a nivel periodístico y educativo que se desprenden de sus obras [10]. ¿Qué me puede decir de las mismas?

J. C. D.: Mis diversas ocupaciones me condujeron a exponer tanto en libros como en prensa los distintos proyectos que me deparó mi dilatada vida. Ya fuese antes de la finalización de mis estudios para alcanzar el título de Doctor, para la divulgación de las ideas procedentes de mi ejercicio docente y/o de la JAE y de la ILE, la diversa correspondencia –Epistolario– que llegué a entablar con diversos amigos y colaboradores y, ya en el exilio, ante la crudeza de la guerra y el auge de los regímenes totalitarios, la diversa literatura y retransmisiones radiofónicas en las que participé.

Citando sólo algunos referiré que sin ningún género de dudas destaca mi libro sobre la Historia del Derecho Romano (1935) de las publicaciones vinculadas a mi ejercicio profesional universitario, materia que afrontaría con alguna más. A ello se sumaría, por supuesto, La educación en Inglaterra (1919) al estudiar la sociedad y política británicas, desembocando en mi tesis doctoral en Filosofía y Letras. Ese mismo año, también publicaría Las universidades, la enseñanza superior y las profesiones en Inglaterra. Y, en el exilio, en inglés, vería la luz Wars of Ideas in Spain (1937), que tristemente sería censurado al no comulgar con las ideas del régimen totalitario que en mi amada patria se impondría poco después.

En otro apartado publiqué diversos artículos en el Boletín de la ILE referidos mayoritariamente a temas educativos o incluso la serie de los años precedentes a la guerra civil que apareció en el diario El Sol, en el que no haría muchos amigos por cierto.

A partir de ahí mi vida sería el exilio, dando como fruto mi obra Democracias destronadas. Un estudio a la luz de la revolución española 1923-1939, donde aúno las conferencias impartidas en 1938 y 1939, cuya visión crítica trata de aspectos como la dictadura de Primo de Rivera, la república y la guerra, los grandes temas de interés de la II República (constitución, Iglesia católica o nacionalismo catalán). A ello uniría el uso de las ondas radiofónicas, radiando diversas conferencias  en Inglaterra sobre los temas candentes del momento: nazismo, democracia, dictadura.

M. C. V.: Volviendo a su frenética actividad, la ya de por sí ocupación en la docencia y en la JAE parecían no ser suficientes estímulos para dedicar su tiempo libre a otros menesteres más livianos, sino que se embarcó en más proyectos aún. ¿Qué me puede decir de ellos?

J. C. D.: Frenéticos fueron los años desde que surgió la JAE y las iniciativas que aparecieron a partir de entonces. En 1928, creamos la Asociación para la Enseñanza Plurilingüe, presidida por Pedro Salinas, y que daría lugar a la Escuela Internacional Española.

En 1931 fui nombrado miembro del Comité de Cooperación Intelectual de la Sociedad de Naciones, y cuando comenzó la II República formé parte como vocal de la Junta que dirigió la construcción y la organización de la Ciudad Universitaria de Madrid, y de la Junta de Relaciones Culturales del Ministerio de Estado. Este proyecto se había puesto en marcha en 1929 por iniciativa de Alfonso XIII, siendo una Junta constructora la que lo impulsase con el Presidente de la República –inicialmente Juan Negrín y figurando como vocal de la Facultad de Derecho yo mismo– a la cabeza durante las obras de 1931 a 1936.

Llegando ese verano –13 de julio– surgiría la Fundación Nacional para Investigaciones Científicas y Ensayos de Reforma, de la que sería director administrativo desde el 27 de agosto de 1932, cuyo planteamiento se asemejaba a la propia JAE y cuya doble finalidad era «despertar la industria al progreso científico y coordinar la iniciativa privada y los recursos públicos para el avance de las ciencias aplicadas». Para tales iniciativas –Instituto de Estudios Internacionales y Económicos en Madrid o el Laboratorio de Histología y Cultivo de Tejidos en la Universidad de Valladolid–, apenas hubo tiempo para su desarrollo.

Bajo el amparo de la Fundación, con un subpatronato especial, a pesar de que algunos no estábamos de acuerdo, se llegó incluso a preparar una expedición al Amazonas. Dicho patronato gestionaría la explotación del alto Amazonas, corriendo la dirección técnica a cargo del capitán de Ingenieros y piloto aviador Francisco Iglesias Brage. [11].

La rutina no iba conmigo, y el día a día en la JAE ya me parecía así, aunque hubiese proyectos que habían dejado de ser ya sólo campos de pruebas como el Instituto-Escuela, y tampoco era muy amigo de tener varios cargos, como me ocurrió con la Fundación y la Junta. Por ello, en 1934 se elegirían como secretarios a Luis Álvarez y a Pablo Martínez Strong, y el 5 de marzo de 1935 el Ministerio de Instrucción Pública me autorizaría a dedicar un año a organizar la Fundación Nacional para Investigaciones Científicas y Ensayos de Reformas aunque continuando como secretario de la JAE, pero con un adjunto: Ramón Prieto Bances.

M. C. V.: Enemigo de la rutina, seguía embarcándose en proyectos, aunque quisiese dejar a un lado la responsabilidad que había asumido en la JAE. Mediada la década de los treinta llegó la barbarie que asoló nuestro país, aquella guerra civil que truncó su vida en España y que le hizo comenzar una nueva etapa. ¿Qué impacto le causó aquella terrible situación?

J. C. D.: El enrarecido clima prebélico no resultó un escenario demasiado cómodo para mí y mi familia. En el terreno personal incluso, además de las amenazas recibidas de forma pública al comienzo de la misma en el diario Claridad, tendría que sumar mi detención por elementos incontrolados en mi casa de la Cuesta del Zarzal.

Todo ello provocó que, dado mi interés por el modelo anglosajón y por mis propios vínculos familiares, nos encaminásemos a abandonar Madrid iniciando el exilio y dirigiéndonos a Londres.

A ello más adelante uniría que el propio franquismo inició una depuración de todos aquellos que consideraba desafectos al régimen a través de una Orden Ministerial, expresándose la separación definitiva del servicio por la “pública y notoria desafección de los catedráticos universitarios…, no solamente por sus actuaciones en las que han sufrido y en las que sufren dominación marxista, sino también por su pertinaz política antinacionalistas y antiespañola en los tiempos precedentes al Glorioso Movimiento Nacional…” [12], apareciendo en la lista de los catedráticos de Derecho purgados.

M. C. V.: La guerra le llevaría al exilio, primeramente a Londres, para más tarde residir en Suiza y regresar nuevamente a Inglaterra. ¿Qué me puede decir de aquel período?

J. C. D.: Tristemente las amenazas sufridas en aquel diario largocaballerista como la posterior detención a manos de unos incontrolados, nos obligarían a emprender el camino del exilio. Londres sería nuestro destino inicial, pues allí habían ido para de la familia antes que yo.

En aquella época escribí  mi libro en inglés que se traduciría como “Guerra de ideas en España” (1937), tratando de expresar conceptos como la tolerancia y la no violencia en contraposición a la barbarie que estaba asolando a nuestro país.

Continué por la senda educativa, residiendo en Suiza durante dos años, donde tuve la ocasión de dirigir la International Student’s Union de Ginebra, para más tarde regresar a Londres donde trabajaría en el Institute of Education. A ello se unirían las clases que impartí en diversas universidades norteamericanas y británicas como Columbia y Liverpool.

Cuando llegó la II Guerra Mundial, entre 1942 y 1945 impartiría una serie de conferencias radiadas en “La voz de Londres”, programa especial dedicada a mi país, cuyo amigo y posteriormente yerno Rafael Martínez Nadal tuvo posteriormente el gusto de publicarlas.

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Agradecido quedo ante la conversación mantenida con este personaje tan desconocido y olvidado, don José Castillejo Duarte, aunque su intensa vida daría para mucho más contenido –y, por ende, más bibliografía existente– que el aquí mostrado.

Qué duda cabe que al no ser ni socialista ni marxista, aunque trató de aludir reiteradamente al carácter y psicología nacional destinados a una nueva generación de españoles, se trataba de una persona que no parecía tener un sitio en esta España en conflicto, viéndose obligado a huir con un avión desde Alicante, resultando incluso curioso que el mismo día de la sublevación militar del 19 de julio de 1936 había publicado uno de sus críticos artículos en el diario “El Sol”, anunciando el previsible golpe de estado [13].

Casi una década después, estando en el exilio, fallecía en Londres el 30 de mayo de 1945.

MANUEL CABEZAS VELASCO

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[1] Palacios Bañuelos, Luis: JOSE CASTILLEJO, UN LIBERAL REFORMADOR DE LA EDUCACIÓN”, en LA ALBOLAFIA: REVISTA DE HUMANIDADES Y CULTURA]

[2] BARRAGÁN FERNÁNDEZ, Bruno: José Castillejo, en 50 PERSONAJES DE CIUDAD REAL PARA LA HISTORIA. De Hernán Pérez del Pulgar a Pedro Almodóvar: un paseo por las vidas de ciudarrealeños que ya forman parte de la Historia. BIBLIOTECA DE AUTORES MANCHEGOS. Diputación de Ciudad Real. Ciudad Real, 2016, p. 76.

[3] García González, Francisco: PEDAGOGOS DE CASTILLA-LA MANCHA JOSÉ CASTILLEJO. MUSEO DEL NIÑO Y CENTRO DE DOCUMENTACIÓN  HISTÓRICA DE LA ESCUELA P EDAGOGOS DE CASTILLA-LA MANCHA: JOSÉ CASTILLEJO. Albacete 2009.

[4] Tales obras fruto de su estancia por estudios en Alemania serán «La cátedra de Derecho Comparado del profesor Kohler» y «Un curso de Stammler».

[5] Véase lo relativo a las distintas cátedras en http://portal.uc3m.es/portal/page/portal/instituto_figuerola/programas/phu/diccionariodecatedraticos/lcatedraticos/cduarte

[6] LÓPEZ GARCÍA, Antonio M.: Educación y liberalismo institucionista durante la restauración canovista: José Castillejo, en Espacio, Tiempo y Forma, Serie V, H. Contemporánea, t. 15, 2002, págs. 157-179.

[7] Fundación José Ortega y Gasset, en Circunstancia. Año V – Nº 14 – Septiembre 2007]

[8-Leoncio López-Ocón Cabrera (Director del instituto de Historia, CSIC): José Castillejo: entrelazando las hebras de un artífice de la JAE , en JAE – CSIC (100 años), p. 78.

[9] Delibes, Alicia: El exilio de Castillejo, en file:///C:/Users/sdciu/Desktop/octubre-castillejo/Alicia%20Delibes%20-%20El%20exilio%20de%20Castillejo%20-%20Libertad%20Digital%20-%20Cultura.pdf.

[10] Véase reseña de la Biblioteca de la Real Academia de la Historia (BRAH) en http://dbe.rah.es/biografias/25148/jose-castillejo-duarte

[11] LA VOZ. Diario Independiente de la noche. Viernes 2 septiembre 1932. Año XIII. Núm. 3646. p. 2.

[12] MINISTERIO DE EDUCACION NACIONAL: ORDEN de 4 de febrero de 1939 separando definitivamente del servicio a varios Catedráticos de Universidad. BOLETIN OFICIAL DEL ESTADO 17 febrero 1939, Página 932.

[13] Aubert, Paul: Les intellectuels espagnols face à la Guerre Civile (1936-1939), Bulletin hispanique. Université Michel de Montaigne Bordeaux.Tome 118, n° 1 – juin 2016 – p. 119-136.| La Guerre Civile espagnole aujourd’hui (1936-2016), p. 123.

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3 COMENTARIOS

  1. Una interesante y didáctica conversación con uno de los personajes más importantes que tuvo España en la primera mitad del siglo XX. Enhorabuena…..

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