La fatalidad romántica de las ruinas del Martinete

Santos G. Monroy.- Las ruinas del Martinete de Los Pozuelos de Calatrava (Ciudad Real) se alzan desde el Guadiana como la ensoñación de un castillo legendario. Las cigüeñas crotoran en los meandros del río y el reflejo del otoño sobre las aguas marca el camino dorado a esta soberbia fortaleza industrial, apresada en los tentáculos de una exuberancia salvaje. La primera mirada al Martinete atrapa al viajero en una novela gótica, en la fascinación romántica y morbosa de un cuento de Poe.

Pocos lugares de España ejercen sobre el visitante un influjo anímico tan extraordinario, o al menos así me ha parecido siempre. Once años después de la última visita, llega uno a la antigua ferrería y se la encuentra vallada, al parecer desde 2014, y se entristece y alegra a un tiempo. El lugar, de titularidad privada, es muy vulnerable al expolio y tan peligroso como anticipa su decadente aspecto de terma romana, plagado de pozos, oquedades y vertiginosos saltos de decenas de metros de altura. La mala noticia es que Castilla-La Mancha sigue ocultando e ignorando a este formidable y misterioso complejo industrial del siglo XIX, único en España por su ubicación, tamaño, factura y entorno natural.

Mayo de 2009

Aun así la visita merece la pena, y más si se realiza con prismáticos o teleobjetivo. La piedras, los contrafuertes, los arcos colosales que enmarcan el horno aún se vislumbran más allá del alambre y plantean el interrogante al viajero. Nadie se explica cómo fue posible que a mediados del siglo XIX un ingeniero bilbaíno se atreviera a construir una fundición en un perdido rincón del Campo de Calatrava, en un lugar incomunicado que apenas existía en los mapas de la España de Isabel II. El proyecto es un curioso coletazo de la revolución industrial que en esos años tenía lugar en el norte de España. Tras sustentar a decenas de familias durante más de medio siglo, la factoría fue cesando en su actividad hasta los años 20, cuando se convirtió en central hidroeléctrica. Diversas fuentes sitúan su abandono definitivo en torno a la década de los cincuenta.

El Martinete presenta dos fases constructivas. La primera, de mediados del XIX, y que puede observarse desde el exterior de la valla, corresponde a las instalaciones de la fábrica y las viviendas de los trabajadores. Desde la ladera que desciende al Guadiana se admira la zona de fábrica que aún conserva el inmenso horno, situado al pie de una profunda poza de piedra enmarcada bajo colosales arcos. En él aún debería verse la placa de hierro en la que consta el año de construcción: 1865. Desde este lugar parten las grandes naves destinadas a albergar los talleres y los grandes martillos hidráulicos con los que se golpeaban las planchas de hierro.

Mayo de 2009

El espectáculo de esta fábrica en pleno funcionamiento debió de ser portentoso, con la corriente atravesando las inmensa oquedad de cantería, impulsando los martillos de hierro con estruendosos repiques sobre el fragor de las aguas del Guadiana, entre el trajín de fogoneros con el rostro encendido en llamas.

Mayo de 2009

Muy cerca, ya al borde del río, se hallan otras ruinas muy interesantes, que se pueden visitar sin problema, destinadas originalmente a cuadras y al trasiego del mineral, efectuado con caballerías. Aún impresionan sus dimensiones y factura de cantería en muros y portales, que las asemejan a las antiguas casas solariegas de los hidalgos manchegos. También se observan los restos del antiguo canal con el que se derivaban las aguas bajo los arcos de la fábrica.

Vídeo: KoaFilms

Son numerosas las incógnitas en torno al Martinete. ¿Por qué se construyó en ese lugar? La única circunstancia que podría explicarlo es la confluencia de las aguas del Guadiana y su afluente Jabalón, que movían los martillos con que se daba forma a las planchas y bloques de hierro fundido. Aún así, se trataba de un lugar incomunicado, y alejado de las cuencas carboníferas y de los centros de consumo.

Mayo de 2009

La piedra de la que se extraía el hierro procedía de una cantera situada en la finca El Altillo, y era transportada en carretas de bueyes hasta la fundición, donde era quemada con carbón de leña extraída de árboles de la propia zona. Tampoco se conocen a ciencia cierta los motivos de su desaparición, aunque seguramente fue consecuencia de la mala calidad del hierro de los yacimientos cercanos, y de las pésimas comunicaciones con los principales mercados.

La misma aura de misterio rodea el diseño y características arquitectónicas del Martinete: los sillares, el ladrillo, la mampostería, las exageradas proporciones de un diseño que debió consumir una fabulosa inversión y que parece tener como único fin la exhibición gratuita de poder… 

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El Martinete es un tesoro artístico y cultural de primer orden que no cuenta con ninguna protección administrativa. Ojalá llegue el día en que haya dinero y voluntad para asegurar los elementos más amenazados y habilitar visitas organizadas. Lo digo sin esperanzas, claro está. El Martinete de los Pozuelos está condenado a cumplir con su épica de tristeza infinita y a consumar su destino con una fatalidad romántica, como la terrible casa Usher imaginada por Poe. Será entonces cuando se desmoronen los poderosos muros en el clamor de mil torrentes, y el profundo y corrompido estanque se cierre, sombrío y silencioso, sobre los restos del Martinete.

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4 COMENTARIOS

  1. Un sitio verdaderamente alucinante.
    Una pena que lleve tiempo vallado y ya no se pueda disfrutar; según tengo entendido, algún que otro idiota empezó a saquear todo lo que pudiera, y no se si se llegaron a llevar la imponente placa con el año de las chimeneas. Muy triste.

    Ojalá nunca llegue a desaparecer por completo.
    ¿Alguien sabría decirme si incluso siendo de titularidad privada tiene reconocido algun tipo protección de las administraciones o de obligación de conservación?

  2. Antes había 2 placas en el mismo horno.
    Una hoy desaparecida del año 1875 que estaba en la parte de arriba del horno y que se veía muy bien desde esa parte pues el suelo estaba casi a la misma altura a unos 3 metros pero con las paredes verticales cercanas a 10 metros que la protegían.
    Y la otra encima de la puerta del horno a unos 4 metros de altura que todavía se conserva del año 1865 y estaba en la arista contigua a la anterior.
    Y uno de los arcos pequeños se desmoronó hace unos 20 años que antes estaba entero cuando en la zona hubo un terremoto de unos 4.5 de la escala richter.

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