Hitler y Stalin: psicohistoria

Jesús Millán Muñoz.- Según Israel Viana en el ABC del 19 marzo 2018, Henry Murray en 1943 recibió el encargo de que realizase un estudio oficial psicológico de Hitler, de parte de la Oficina de Estudios Estratégicos ingleses. 

Algo similar sucedió unos lustros antes con Stalin, se le realizó un estudio oficial por un psiquiatra profesional y recibió un diagnóstico no positivo. Existe un documental, que he visto hace unas décadas, que estudia este problema en estas dos figuras de la historia. 

Existen fuentes e informaciones que indican que otros líderes como Churchill, Roosevelt, W. Brandt también padecieron algún tipo de enfermedad… 

No es mi costumbre citar a nombres del alto nivel de la política, menos los que tienen una carga simbólica tan grande, pero quizás este artículo sea la excepción y lo merezca, porque es obligado para hacerlo para construir una serie de preguntas y cuestiones, más teniendo en cuenta la situación actual mundial. 

Lo primero que habría que señalar, es lo que se ha indicado, la necesidad de una nueva rama de la historia, que podría denominarse psicohistoria. Por la cual y en la cual, se deberían estudiar esa interrelación entre psicología, en todas sus ramas y la historia, no solo relacionada con los grandes líderes, sino también con las sociedades, grupos, masas, mandos intermedios… 

En segundo lugar, esas dos figuras con las que se empieza este modesto artículo, tuvieron infancias muy complejas y traumáticas. Cuestión que nos lleva a preguntarnos, las enormes consecuencias de las infancias en las personas. Posiblemente, la mayoría de seres humanos, con infancias traumatizadas, como es el caso que citamos, no lleguen a grados tan altos de responsabilidad política, diríamos, de poder, y por consecuencia, sus actuaciones, tienen consecuencias menores, en menor número de personas, pero posiblemente, también graves, en sus ámbitos de influencias, aquí, deberíamos recordar todos los graves trastornos psiquiátricos de un orden y otro. 

Bueno sería un estudio pormenorizado de los grandes líderes del siglo veinte, de sus enfermedades y traumas profundos, y las consecuencias en la sociedad… ¡Y, de ahí y desde ahí obtener inferencias, consecuencias, deducciones, inducciones, planteamientos, prácticas concretas…! 

Tercero, por qué algunos líderes políticos, teniendo graves problemas, unos terminan siendo enormes no-demócratas, y otros, sin negar sus problemas psicológicos, se mantienen dentro de las normas y el cauce de la democracia. 

Cuarto, no deseo citar a otras personas que ocuparon, no ya en siglos anteriores, sino en este último siglo altos cargos y cargas y responsabilidades y poder, y lo ejercieron, desde sistemas no democráticos, no hay que olvidar y obviar, que en este tema, apenas somos capaces de señalar, que igual que dentro de las democracias existen grados, entre las no-democracias, también sucede lo mismo, podríamos indicar de pasada, que existen tres grandes grados: la autocracia, la dictadura débil o fuerte, la satrapía-tiranía. (No podemos fijarnos aquí en las diferencias, y a veces, los campos pantanosos que encierran, pero si puede servir para reflexionar y valorar y aquilatar más y mejor lo que expresamos cuando pensamos o hablamos). 

Bajo mi entender, hay un vacío enorme en la alta responsabilidad política, que podríamos fijar del siguiente modo: que cada persona que aspire al alto máximo grado de poder político en una sociedad, debe tener o cumplir una serie de funciones mínimas, que pueden ser “valoradas y analizadas y matizadas”, pero que en general, indicaría las siguientes: 

– Antes de ocupar la Autoridad Máxima de una Unidad Política Máxima o del Estado, tiene que tener una edad mínima, y una edad máxima. 

– Debe haber pasado por grados intermedios de responsabilidad sociopolítica, no puede pasar de la nada al todo. Porque es imposible, ni el mismo individuo, se conoce del todo, no sabemos como va a reaccionar en grandes decisiones. Incluso aceptando que el poder máximo esté rodeado de contrapesos políticos. Por tanto, debe tener una carrera política mínima, desde responsabilidad de grados intermedios a superiores, hasta los máximos. 

– Debe tener estudios superiores, sean los que sean. Y, las sociedades, deben fijar, para estas personas que aspiran a los grados máximos de responsabilidad política: ministros, presidentes de autonomías o regionales, alcaldías de grandes municipios, ministros, etc., un “master especial en alto nivel de gestión sociopolítica”, impartidos por las grandes universidades del país. En el cual, se les enseñe, los grandes conocimientos de política, economía, etc. 

– No sé, como se podrá materializar la siguiente sugerencia, pero bajo mi entender, “quién aspire al grado máximo de responsabilidad sociopolítica o del poder de un Estado”, su propio partido u organización política, de forma absolutamente discreta, debe hacérsele un test psicológico y psiquiátrico. No sé, como se podría materializar este aspecto de la realidad, pero pienso que, grandes males en el siglo veinte, se podrían haber evitado, si ciertas personas de alto nivel, se les hubiese realizado ese diagnóstico… 

Estimo, que el resto de la sociedad merece este contrapeso. Aunque quede en el absoluto secreto y discreción los resultados, las elites de cada formación política, si una persona, se diagnóstica por un equipo de personas altamente preparadas y secreto para el diagnosticado, de un “tipo de trastorno grave”, pues creo, que no se le debe dejar optar a los cargos máximos políticos de una sociedad… 

Acompañado de lo anterior, y algunas otras condiciones, como es lógico, “ser elegido por una formación política”, con los sistemas internos que cada entidad disponga de este tipo, según países y sociedades y culturas; en segundo lugar, ser elegido democráticamente, en unas elecciones libres –cierto, que todo lo anterior, también perviviría, para sistemas semidemocráticos o no democráticos, quizás aún más, para evitar abusos enormes de y del poder-. 

Si ustedes miran hacia el siglo veinte, de las varias condiciones que se ha expresado en este artículo, de las grandes figuras no-democráticas que han existido, alrededor de unas docenas tengo en mente, la mayoría de ellas, “no cumplían algunas de estas condiciones…”. 

¡Dejo este guante para que los altos niveles de la politología lo estudien y analicen y maticen y aquilaten esta cuestión, que para mí, me parece absolutamente necesaria, y, por desgracia muy olvidada, tanto en los estudios oficiales, como en la práctica…! 

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