Paul Aster: Leviatán

Cuando todavía no era demasiado conocido en Europa (en Estados Unidos, su país, Auster no alcanza la fama, qué le vamos a hacer), el señor Paul Auster publicó Leviatán, una amarga reflexión acerca del Poder, con mayúsculas.

También es, Leviatán, un relato acerca de la insignificancia humana, en concreto la de un solo hombre, Benjamín Sachs, escritor de talento, rebelde con varias causas y, sobre todo, hombre atormentado por el dolor del mundo, como lo fue Gogol. Dicen que Gogol, el literato ucraniano, murió llorando por su querida Rusia, por su querida y condenada Humanidad. El protagonista de Leviatán se echa sobre sus espaldas el dolor del mundo, el dolor de convertirse en desertor por no ir a la Guerra de Vietnam, el sufrimiento de los que aman su país, son patriotas, pero reciben el trato que se reserva a los traidores.

Según  Talleyrand, ministro que fue de Napoleón y de otros mandatarios galos de hace dos siglos y pico, la traición y el heroísmo son una cuestión de fechas. Entonces, dependiendo de quién cuente la historia de Benjamín Sachs, este se nos aparece como un terrorista o como un héroe. Como un chalado o un profeta, que viene a ser lo mismo, pues conocer el futuro y carecer de poder para cambiarlo es una de las maldiciones que los antiguos griegos idearon para su panteón de desgracias divinas. Por su parte, el protagonista de Leviatán, el escritor Sachs, no busca la fama, se conforma con cambiar el mundo, hacer que de él desaparezcan las guerras, la industria armamentística, los campos de prisioneros…

Lo lleva claro, el nota.

Tan claro lo lleva que renuncia a su sitio en el mundo y se coloca en las márgenes de la sociedad para, desde allí, cómodamente pertrechado de anonimato y olvido, se dedica a ir poniendo bombas a las réplicas que de la Estatua de la Libertad, dice Auster, existirían en la América de esta novela sumergida y enlodada en el conflicto de Vietnam.

Por supuesto, Benjamín Sachs queda condenado a la soledad desde el momento en que cuelga la pluma y, siguiendo las lecciones de Cervantes en su discurso sobre las armas y las letras, opta por las primeras. Se deja de hostias y decide que ya está bien de escribir novelas, que de eso se encarguen otros, que lo que hay que hacer es predicar con el ejemplo, debió de pensar el personaje Sachs.

Leviatán es, sobre todo, una entretenida novela sobre los vaivenes de la vida, las casualidades y el azar, que hacen de una persona otra muy distinta de la que sus propios amigos, allegados y amantes se habían llegado a creer que era. Nadie conoce a nadie, y en las novelas de Auster, menos.

El Lobo Solitario.

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