Santos G. Monroy.- Era mi deber. Me vi en la obligación de atender la petición de entrevista de los redactores del programa La Sexta Columna. Era mi responsabilidad como periodista y puertollanero. Iban a hacer un reportaje sobre la crisis de mi pueblo, decían. Sobre su presente y futuro, decían. Sobre la gestión que ha conducido a nuestra desdicha colectiva, decían. Iban a situar a Puertollano en una ruta de ciudades desahuciadas. Cómo negarme.

Respondí honestamente y de buena fe a todas las cuestiones, abordando las claves de gestión desde todos los prismas. Económico. Político. Energético. Social. Era consciente de que mi aparición en un reportaje sobre la destrucción de mi ciudad en ningún caso depararía alegrías ni reconocimientos, y sí probablemente críticas, amarguras y sinsabores. Pero dar la cara era mi deber como periodista y ciudadano. Va en la valija de mi oficio pedir responsabilidades. Lanzar la bengala de auxilio.

A la postre el reportaje de La Sexta resultó un fiasco, un apretado paquete de cinco minutos de errores. Desequilibrado, superficial, poco representativo, artificiosamente apocalíptico y con inexplicables referencias visuales sacadas de contexto. Tenían mucha información y procedente de múltiples frentes. Tenían en su mano todas las claves para fotografiar los verdaderos fantasmas de Puertollano. Apenas las usaron. Quizá por falta de recursos. Quizá por algunos motivos que sospecho y otros que se me escapan. Pero así es la tele. Siempre con prisas. Siempre reduciendo la realidad a una imagen deslavazada, a una edición apresurada de conceptos y frases sueltas. En mi caso, a una entrevista reducida a segundos, y neutralizada incluso por la opinión de un “experto” que, desconocedor de la realidad de Puertollano, rebatió la necesidad de ayudas públicas para la ciudad minera.

No son pocos los que, desde el desconocimiento o amparados en sus propios intereses, han arremetido contra las personas entrevistadas. Pero la responsabilidad del enfoque periodístico de este trabajo es, obviamente, de la propia dirección del programa y de nadie más. También es cierto que los reporteros no lo tuvieron fácil. Ni el equipo de Gobierno municipal quiso dar la cara, ni muchos ciudadanos, atenazados por el miedo a las consecuencias que podría deparar su colaboración con el reportaje. Esta es la democracia que tenemos. Esto es lo que nos hemos buscado, y lo que hemos conseguido tras décadas de clientelismo institucional.

El problema, con todo, no está en la “mala imagen” de Puertollano que ha podido transmitir el programa, muy criticado incluso por miembros de la oposición municipal. Ah, la imagen de Puertollano. La sacrosanta imagen de nuestro pueblo. En nombre de la imagen de Puertollano muchos, incluidos nuestros gobernantes, han atacado a periodistas y ciudadanos que simplemente han denunciado los abusos y deficiencias de gestión en un legítimo y saludable ejercicio de contrapeso del poder, que debiera ser la base de la fiscalización ciudadana en una democracia representativa.

No, el problema no está en la imagen. El verdadero problema no está en los planos de un pastor o de una casa en ruinas. No está en unas entrevistas desfiguradas y editadas salvajemente.  Es precisamente a ese “problema” al que se agarran nuestros responsables políticos para desviar la atención de lo que verdaderamente importa. Porque lo que importa es la gestión. El problema está en la insostenible situación de nuestra ciudad. Está en nuestros gestores y en el delicado equilibrio de un Ayuntamiento al borde del abismo. Está en la precariedad de nuestro entramado socioecómico, en la traición de algunas empresas, en el desencanto ciudadano, en las presuntas prevaricaciones, en la desafección política, en la falta de ideas en respuesta a un grito soterrado.

Esas, y no otras, son las cuestiones a dirimir. Y por eso, a estas alturas, no serán pocos quienes estén respirando tranquilos tras constatar la inconsistencia del polémico reportaje de La Sexta, al menos en lo que atañe a Puertollano. Al fin y al cabo, han salido ilesos de la prueba. Sus vergüenzas siguen ocultas. Y ése es el verdadero Puertollano desahuciado que aún no ha sido denunciado.